Sin
duda, uno de los temas más
reiterados por la prensa regional en los últimos días ha sido el de la
sucesión
del presidente Valcárcel. Al final y de forma provisional, el designado
ha sido
el Sr. Garre, en cuya elección parecen haber tenido mayor importancia
razones
de amistad y camaradería que de mérito, experiencia, eficiencia y
eficacia,
cualidades que, ya desde la antigüedad, el filósofo griego Platón
consideraba
imprescindibles en todo gobernante. El Sr. Garre ha empezado a hacer promesas pero a veces sucede que cuando se intenta sacar a flote una nave casi hundida, se corre el peligro de sumergirla más en el fango.
No menos difícil será la elección
del
candidato del PP a la presidencia regional para las próximas elecciones
autonómicas,
tras hacerse pública la imputación del presumible sucesor, Pedro Antonio
Sánchez, actual consejero de educación, por supuestas irregularidades
urbanísticas. Sin embargo, tras conocerse la identidad de los jueces que
deberán juzgar tales infracciones, es posible que todo quede en nada y
Pedro
Antonio se convierta en un político más que aparezca ante la opinión
pública
tras vencer la acción judicial. El magistrado Enrique Quiñonero es un
viejo
conocido de la consejería de educación regional: suele formar parte de
la sala
de lo contencioso administrativo para confirmar las duras sanciones de
suspensión de empleo y sueldo impuestas a los funcionarios que son
anuladas por
los juzgados: donde dije digo, digo Diego. Parece que en la Región de
Murcia no
existe división de poderes. Un buen ejemplo del contubernio entre poder
ejecutivo y judicial lo ofrecía el Sr. Sotoca, antiguo consejero de
educación,
y su esposa, magistrada de lo contencioso administrativo. Con unos
jueces así, da gusto mantenerse en el poder. Resulta paradójico
que el Sr. Valcárcel pretenda defender en Europa valores como la
igualdad, la
democracia y la justicia, que son, precisamente, los que se echan en
falta en
su propia administración regional. A su vez, el sucesor de Pedro Antonio
Sánchez al frente de la consejería de educación no está exento de
polémica. Se
da por verosímil el nombre de Joaquín Buendía, quien, presa del delirio,
llegó
a firmar en una ocasión la incoación de un expediente disciplinario a un
funcionario, para expulsarlo de su puesto de trabajo, por unos hechos
acaecidos
cuando no ostentaba tal condición, acto promovido por Jesús Gómez, un
conocido
amigo personal del presidente Valcárcel que dice ejercer de inspector de
educación, contando para ello con la complicidad del equipo directivo
del IES
Aljada de Puente Tocinos. Es lo que sucede cuando se deja a los
inspectores de
educación hacer lo que les dé la gana. A veces, la obediencia ciega a
los
superiores provoca episodios como éstos.
Tras la multitudinaria manifestación
del 22 de marzo en Madrid, que reunió a más de dos millones de personas (varios
miles según la policía) contra las políticas de los gobiernos en mayoría del
Partido Popular, sería muy útil para la democracia que esos equipos de
gobierno, nacional y autonómicos, comenzasen a perder sus mayorías absolutas y
se desmontase el entramado de influencias y clientelismo en que han convertido
la democracia.
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