En
plena crisis alimentaria, agravada por la sequía y el aumento
desmesurado del coste de la vida, la Consejería de Educación de Murcia ha
realizado una amplia convocatoria extraordinaria para cubrir, en régimen
de interinidad, plazas de profesores y maestros en colegios e
institutos de la Región.
Sería necesario reflexionar, siquiera
someramente, sobre las causas que han originado el agotamiento de las
listas de interinidad de profesores. En primer lugar, la precariedad de las
plazas ofertadas, muchas veces inferiores a la media jornada, lo que no
cubre los gastos mínimos de manutención y desplazamiento, a lo que hay
que añadir la escasa disponibilidad de jóvenes titulados universitarios
para trabajar fuera de casa con el inconveniente que implica el alquiler
de una vivienda digna.
A ello habría que añadir la especial
singularidad de la citada Consejería de Educación: el profesorado
interino se enfrenta a duras sanciones de suspensión de empleo y sueldo
por la aplicación arbitraria de lo que ellos llaman “régimen
disciplinario de los funcionarios”, que los consejeros incumplen con
descaro. Ante un interino expedientado, los jueces de lo contencioso
fallan siempre a favor de la citada Consejería para evitar
indemnizaciones, un fenómeno que Puigdemont y los suyos califican de
‘lawfare’, pero que más bien habría que calificar de pura desvergüenza.
En localidades aisladas como Yecla, donde el Partido Popular cuenta con
mayoría absoluta y existe Comisaría de Policía y juzgados, es frecuente
ver a profesores interinos desfilando por los juzgados como consecuencia
de denuncias arbitrarias formuladas contra ellos por los directores de
los institutos, que actúan como una especie de ‘patrón’ ante los jueces
haciendo valer su versión de los hechos con sólo su palabra, por las
razones antes mencionadas.
En una ocasión, el director del IES J. L.
Castillo Puche denunció a un profesor por haber abusado de su hija y,
ante el éxito obtenido, llegó a modificar y falsear los partes de faltas
del profesorado para acusar a otro interino de faltar de forma
injustificada a su puesto de trabajo cuando le había sido asignada una
plaza en la Comunidad Valenciana. El director del IES Azorín aprovechó
la sanción de suspensión de empleo y sueldo impuesta injustamente a este
profesor para colocar en su puesto de trabajo al hijo de una profesora
jubilada. En otra ocasión, el inspector del instituto, haciéndose pasar
por ‘funcionario de carrera’ denunció ante la policía y los juzgados,
con el apoyo de su abogada, familiar del equipo directivo del instituto,
haber sido agredido por un profesor para imponerle, siete años después,
otra sanción de suspensión de empleo y sueldo sin tener éste la
condición de funcionario cuando los hechos, además, habían prescrito.
Como
punto final de esta reflexión, habría que resaltar el hecho de que la
citada Consejería suele estar dirigida por “personajes” que en el pasado
han sido investigados por la justicia pero que han salido airosos de
los procesos judiciales incoados contra ellos: Pedro Antonio Sánchez,
Adela Martínez, etc. No en vano, los jueces a veces son nombrados por el
Partido Popular por una mayoría que se niega a su renovación
democrática. Sin duda, los consejeros de educación murcianos son un
ejemplo a seguir por alumnos y profesores y sus familias.